H Mart, en Londres.
Y la verdad, estamos un poco igual.
La semana pasada el profesor Chris Elliot presentaba ante el comité del departamento de medioambiente los resultados de su revisión de la cadena alimentaria y su integridad. Las recomendaciones son bastante obvias, la de reducir el número de eslabones en las cadenas para reducir riesgos, comprar lo más local posible, y realizar más análisis (tanto por parte de las administraciones públicas como por las empresas privadas). Algunas medidas ya se han tomado, pero no las suficientes a su entender, para evitar otro fraude como el que se descubrió ahora hace un año.
Según Achilles, una organización que se encarga de la gestión de las cadenas de suministro de fabricantes y retailers, el 80% de las empresas cárnicas más importantes en UK no han cambiado en nada su forma de actuar desde la crisis. Y paradójicamente, muchas veces se tiene más información del origen de la carne que de los pasos intermedios que ha dado hasta llegar a la empresa. En general, reina la confianza en las relaciones entre proveedores y clientes, por lo que muy pocos han sentido la necesidad de mejorar sus procesos.
Pero sí que ha tenido algún efecto en los consumidores, ya que además de por lo que se puede ver en los datos de mercado, un gran número de consumidores (un 30% según un estudio realizado para The Grocer, o un 49% según otro realizado para la asociación de consumidores Which?) declaran que después de un año todavía mantienen hábitos de consumo distintos a los de antes de la crisis. Pasados los momentos iniciales de incertidumbre (cada día aparecían nuevos productos afectados, y algunos – lasaña de ternera de Findus con 100% carne de caballo – tremendamente alarmantes) en los que las categorías de platos preparados y preparados cárnicos se hundieron (llegaron a perder un 40-50% del volumen), los consumidores tendieron poco a poco a recuperar sus hábitos. Algo ha quedado, la patronal de carnicerías informó hace unos días que la mayoría de sus socios habían notado una mejora en el negocio, a los que habían acudido los clientes desengañados por los supermercados, y podían cuantificar el aumento de negocio entre un 15 y 50% según los casos.
Por lo que respecta a los platos preparados y las hamburguesas congeladas, según Kantar todavía no han recuperado los niveles de hace un año, pero no están muy lejos de ellos. Los platos preparados en diciembre vendían un 6% menos que hace un año, y las hamburguesas congeladas un 1%, debido principalmente, según Kantar, al aumento de las promociones de estos productos, que se han vendido a un precio muy rebajado durante mucho tiempo. Por ejemplo, el resto de productos de ternera congelados han perdido unas ventas del 11% en un año.
Un número significativo de personas consume menos carne, y los que quieren, la sustituyen por productos fabricados con proteínas vegetales, como los de la marca Quorn (que ha crecido un 8% en ventas de congelados en un año y un 13% en ventas totales), claramente sustitutivos de la carne, y declaran haber ganado en un año 2 millones más de consumidores. Los consumidores de más alto nivel adquisitivo optan por carne ecológica, por ejemplo las ventas de vacuno ecológico en Waitrose han crecido un 52%, según datos del propio retailer.
La verdad es que a pesar de estos ajustes, los consumidores olvidaron relativamente pronto el escándalo una vez se dejaron de detectar productos contaminados. En septiembre hubo otro incidente con el etiquetado en Tesco, cerdo danés etiquetado como inglés, pero que pasó muy desapercibido.
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