Entre los muchos cambios que experimentó el comportamiento de los compradores durante la primera ola de la pandemia de la Covid-19 en UK fue el miedo a ir a comprar. El gobierno nos recomendó quedarnos en casa y no salir, fuera campaba a sus anchas un virus que comprendíamos poco, y la simple compra diaria podía comportarnos contraer la enfermedad que llenaba hospitales. Los consumidores se volcaron en el comercio online, y los que iban a las tiendas tenían que aguardar turno en una cola hasta que la salida de clientes de la tienda permitiera dar paso a más personas.
Ahora las cosas han cambiado, y a pesar que la segunda ola nos está poniendo otra vez en alerta máxima, quizá el habernos habituado a las medidas de prevención y a convivir con el virus, no se aprecia un cambio brusco de comportamiento como consecuencia de la segunda ola. Algunas cadenas como Tesco que no habían instalado semáforos en la puerta de las tiendas lo están haciendo, y es de esperar que vuelvan las colas si se amplía la distancia entre personas, como acaba de hacer Escocia, que vuelve a la norma de los dos metros.
El cambio en las prioridades de los compradores ha retrasado algunos pilotos de reducción del uso de envases de plástico.
Esta priorización de la higiene y la seguridad, la base de nuestra escala de necesidades, penalizó la compra de graneles durante las primeras semanas de la crisis: las ventas de frutas y hortalizas y las de productos de panadería a granel descendieron, y los mostradores de venta asistida se cerraron. Se hablaba que el consumidor había dejado de preocuparse por el medio ambiente, aunque quizá fuera más adecuado hablar de un cambio brusco de prioridades, que poco a poco se ha ido amortiguando. Multitud de agencias destacan que en la época en la que estamos entrando a vivir los valores van a ser más importantes, entre ellos la protección del medio ambiente, y por lo que respecta a la cuestión del envase, cada vez estamos viendo más iniciativas que buscan reducir el impacto medioambiental de los envases, ya sea porque son de materia prima reciclada, son de menor peso, o de mayor simplicidad para facilitar su reciclaje. Algunas tan sencillas como la de Waitrose, siguiendo el ejemplo de Tesco de hace unos meses, que ya no retractila latas de conserva: cada una tiene su código de barras y si el comprador se lleva lo que era antes la unidad de compra, se le aplica el precio especial.
Según The Grocer, el interés por la sostenibilidad es elevado entre los consumidores británicos, una cuarta parte admite que puede dejar de ir a un supermercado si no le convence la política de envases. Pero también es verdad que el miedo tiene un impacto considerable. Un 46% de los encuestados admiten haber cambiado sus preferencias al respecto por dar más importancia a la seguridad de la compra. Las cadenas así lo han visto, y a pesar de sus compromisos de reducir envases, ahora vemos como la mayoría de productos de bollería y pan horneados en la tienda están envasados en bolsas de papel o plástico, en parejas pero incluso de forma individual. Una tienda a la que The Grocer consultó dice que perdió un 35% de las ventas de esta sección hasta que se dedicó a envasar estos productos.
La misma encuesta de The Grocer revela que el 30% de los compradores prefieren no comprar graneles, aunque el 60% considere que no ha cambiado nada su comportamiento. Muchos de los pilotos de los que hemos hablado en este blog (Waitrose, Asda, Tesco, etc) están parados, hasta seguramente que nos recuperemos de la pandemia, pero los consumidores siguen demandando soluciones, y a pesar del pequeño traspiés, vamos a seguir viendo iniciativas. Aunque sea a una escala menor, no paran.
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